miércoles, 17 de marzo de 2010

Yo no cría en el amor a primera vista, hasta que finalmente lo experimenté. Fue algo tan raro. ¿Cómo de la nada, al ver por primera vez a alguien pensás: "Wow, quiero conocerte, me gustaría conocerte"? Hasta que lo conocí y duró lo que duran dos piezas de hielo en un whisky on the rocks, como dice Joaquín. Tan inconstante como siempre, volvió tal como se había ido. Era un 13 de febrero que en pocas horas se transformaba en 14. Un día particular que todos suelen festejar, mientras yo jamás pude pasarlo nisiquiera con algún pesado de esos que en general existen en la vida de toda mujer. Suena cruel, pero es la realidad. Todavía no entiendo el fin de su acción, es más no lo tuvo y nunca lo tiene. Pero tiene algo que odio y es lo que evidentemente me hace volver.
Es penoso desperdiciar algo así, pero creo que ya estóy resignada. No hay iniciativa, no hay interés (o si?), no hay nuevas propuestas, no hay predisposición y la frutillita de la torta es la lanza que nos atravieza llamada "orgullo" (por mi parte logré sacarla, vendarme, remendar la herida y finalmente perderlo). Algunos son tan insistentes, pero nunca lo es el que una quiere.